Dofi & Ochoa, “tan cerca y tan lejos” (de las primeras frases tontas de internet), refinados y elegantes.

Quién teme al vino de Navarra? Quién no guarda vinos del Priorato?

Protagonismo. Concentración y profundidad. Ochoa es soberbio. Un vino que empieza a madurar cada instante. Saben cuanto cuesta elaborar la perfeción y lo ponen de manifiesto en este vino.

El Dofí es como un zoco de sensaciones. Tanto el uno como el otro nos dejan esos toques de moras y cedro para invadir una habitacón con su persistencia. Un poquito más dulce el Ochoa por el especiado del roble pero el Dofí es elegante y disuelve en boca todo el tanino de su potencia, ofreciendo las grosellas negras y pizarra que envuelve su terroir.

Ochoa me deja tatuado siempre su delicadeza, ese genial coupage que hace gala de su complejidad y suave textura.

Sólo para beber. Imposible abstraerse, maridar o encender el maldito i-tuning.

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