Del espectáculo que es el Barbadillo en nariz pasaremos a la apoteosis final en boca. Es la trayectoria magnífica que impregna gravedad y proyección.
Olivas majadas, carne de manzana y salitre, toques yodados y menta y la amarga sensación de almendra o semilla de albaricoque, mucho volumen en boca, una estructura ácida y un desarrollo de generosidad casi escalofriante, de mucho detalle y matiz; larga, intensa y expectante, un frescor casi sprite, incontenible voluptuosidad, un poco de mineral, tiza.
Me salgo del papel, ya lo sé, pero una tarde que tienes tiempo de plasmar algo en el bloc la aprovechamos y ponemos los recuerdos y el esfuerzo de los viajes y momentos, con el estilo que nos ocupa que es para el bien de todos y el vino por medio para alagar los sentidos.
La flor coagulada, hecha grasa, manteca, da un tono suave y sosegado al paladar que redondean hongos o castañas entre tierra y hojarasca en un sutilísimo aroma que destaca por instantes y luego hay fragancias que traen flores, piel de limones, badana y caramelo negro.
Pero el estilo de fruta que recuerda es soberbio. Las sacas me han dejado casi perdido en mi evolución, una persistencia, una severidad, un frescor, un recorrido interminable…Maravillosa manzanilla, mon amour.