Vega Norte y Las Tirajanas, qué uvas nos ha puesto la naturaleza en estas islas

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Manzana y flor marchita (pero qué profundidad, qué fragancias), grasos y con buqué a miel y flores, lo elegante y lo intenso, cítricos y fondos de vainillas.

Vinos de una concentración que muy pocos pueden conseguir; albaricoques (tal vez duraznos) con chocolate blanco y mentolados, hay quien le saca finas hierbas, la fruta de hueso y el tabaco rubio.

Ya no se trata de una cosecha 12 o una cosecha 13. Esto es garagismo puro, para mi casi de esta manera podría entender estos vinos y cómo los han tratado. Es una apreciación personal no traten de imitarla. Consulten.
Si el 2012 en albillo es sustancial, intenso, fruta muy delicada y exhuberante lo que da en el 2013 es algo bañado en mangos y frutas blancas y marca el estilo de Vega Norte; lo que hace la malvasia es mostrar un bocado muy ligero en el 2012, clásico, muy de albaricoque frente al poderío ácido de la 2013, largo y mostrando mucho carácter.

Diversos momentos.

Qué delicia el albillo palmero, maduro y activo y una malvasia de cumbre grancanaria con frescura pero que le va la buena fermentación, un poco mas y estalla la belleza caótica de esta uva.

Un bonito paseo por el luxe, la estética de los sueños, qué hay que decir para destacar lo bien montados que están, que tienen estilo y enraizados como nunca transmitiendo las mejores sensaciones al paladar.

Y lo bueno, bonito y barato está al alcance de todos y aparcamiento gratis.

Que disfruten.

Con su permiso, Maestro Manuel Barba. Delgado Zuleta, a la paz de Dios.

1-manuel-barba Recordaré siempre el dia que Antonio me   presentó a Manolo Barba, de Sanlucar los dos, como las estrellas y los duendes, y me llevaron a conocer cómo suena romper el velo de flor, esa sensación al final de la caña, ese crujido vivo en mitad del silencio de la bota, en la cúpula de la bodega.

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Se me antojó la luna en el The Way of a Soul de W. Th. Horton, así, tan inmensa, plasmando desolada felicidad, incontable gratitud, el sabor final de la grasa en la copa, en la caña bulliendo de menta y sal.

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Los juegos de los fondos y las catas de la mano del Maestro Barba nos muestran una colocación metódica que alcanza la buscada armonia, en el catavino y en la dimensión humana de su trabajo. “Tiene que tener unos registros impresionantes Ud, Maestro”, tuve que decirle, “deben formar parte del Patrimonio de la Humanidad”.

Entre paralelismos y disonancias se camina así por el patio de barricas. Una linea larga, detrás, al frente, el punzante aroma te hace fijarte en lo cómodo de la tradicion decorativa, el emblema de esta filosofia, madre y solera, puñado de albero y quinqué para dedicarle una mirada a la arquitectura que impresiona, te hace parte del silencio.

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Los terciarios, las lomas suaves, ese paisaje de tren de largo recorrido por la meseta o llanuras, los campos andaluces, pequeñas hondonadas, la venencia doblándose un pizco ante la copa, el granulado cayendo y rebotando en el cristal, los labios secos de salitre, el tirón de picante y salado que deja la manzanilla en su fase inicial…

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Maestro Barba, ha sido un placer conocerle y aprender a gatear por su bodega, por la solera de su estilo, el suyo propio, el de Usted mismo.

El toque fue tan deseado, era tan enigmático a la vez, descubrir la liberación de la estética, que el impacto endureció el algodón y entregó en la mano grumos y pura levadura, vida elemental, criaturas de leyenda.

Catamos la bodega, el enorme océano de barricas nos hizo liliputienses, aquella fruta hacia delante envuelta en silencio, solo el chasquido en el catavinos. Las caras de los toneles sin nada que sobresalga. La fuerza en varios traslados es de mitos. Y ese trago al final, en un rincón de la bodega, como en un patio de colegio, pendientes y aprendiendo, te dan vida, capturas los compuestos aromáticos del terruño, el carácter, el alma de la viña.   9-flor

Vamos recordando el vino de cómo es a como fué. Cuando se agarra con ahinco la llave del oloroso para abrirte aromas densos y tabacosos, suavizados por un elegante aire salino pero intenso y cubierto de una piel oscura surge el amontillado equilibrado y complejo, terminando con armonia en el paladar. Un viaje entre paréntesis.

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Los aromas a nueces y el contingente de maderas añejas (púlpitos, y qué bónita siempre en esta zona esta palabra), incluso barnices que decoran el amontillado y la piel de naranja que le da ese toque aun femenino, mucha seriedad, los duendes de Sanlucar vuelan ahora en lo alto. La blanca y pálida manzanilla nos pone los pies en la tierra.

Yo he de volver aquí.

Ródano de andar por casa. Y va como va, pluma y papel

La Landonne.

coterodano-(6)Beber shiraz  es comprometerse con la elegancia de los aromas a finales de primavera, cuando las flores han dejado su carne radiante y se transforman en sutiles notas de polen y perfume volatil. Es un ungüento provocador para embadurnar el cuerpo de estos vinos, deliciosamente largo, jugoso, un sabor alquitranado a veces y la buena complejidad aromática que mencionamos.

Beaucastel o la garnacha española o la monastrell de Levante o de Murcia, al querer saboreando de Las Gravas de Castillo (es que hay que homenajear este vino) arropada por notas de regaliz, especias, manzana roja algo sancochada, estructura 100% hincada de profundidad y estilo, da gusto saborear un vino mediterráneo de huerta norteña, rodanense, complejo y que seduce por mucho rato, grosellas, tabaco, acidez más que tesis…

Más estilos es posible, el intervalo es un punch bien encajado, evidente barrica, largo y laberíntico buquet que fascina…

Había otros vinos pero tambien hay otros momentos.

Dofi & Ochoa, “tan cerca y tan lejos” (de las primeras frases tontas de internet), refinados y elegantes.

Quién teme al vino de Navarra? Quién no guarda vinos del Priorato?

Protagonismo. Concentración y profundidad. Ochoa es soberbio. Un vino que empieza a madurar cada instante. Saben cuanto cuesta elaborar la perfeción y lo ponen de manifiesto en este vino.

El Dofí es como un zoco de sensaciones. Tanto el uno como el otro nos dejan esos toques de moras y cedro para invadir una habitacón con su persistencia. Un poquito más dulce el Ochoa por el especiado del roble pero el Dofí es elegante y disuelve en boca todo el tanino de su potencia, ofreciendo las grosellas negras y pizarra que envuelve su terroir.

Ochoa me deja tatuado siempre su delicadeza, ese genial coupage que hace gala de su complejidad y suave textura.

Sólo para beber. Imposible abstraerse, maridar o encender el maldito i-tuning.

Maridajes imposibles

Blancos en libertadYo es que los rechazo. O me da igual. Beber es un placer y comer te acompaña. Pero es imposible conjugar en boca dos fuerzas como estas que aportan acidez y concentración, delicadezas y notas florales que hay que percibir solo bebiendo, manteniendo inmácula la copa de contactos ajenos a la sensibilidad de la fruta estilizada, la finura de la fruta deshuesada, ese fondo de cítricos inquietos, lichi y amielados, los pomelos y las avellanas tostadas.

Rheingau es complejo, largo, con una roca mineral mas dura que en Mosela o Pfalz pero con una soberbia paleta cítrica y maravilloso postgusto, destacando su altivez y penetración aromática, el detalle de hidrocarburos es elemental ya a estas alturas y la viura deja ese detallazo de fruto seco, hierbas con aromas y fragancias elegantes.

Rioja blanca es madurez y crianza impresionante. Melosidad y acidez. Recorrido y bouquet a miel y flores.

De maridaje, nada.

Colegas de sensaciones

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Un momento único: la percepción del bebedor, el simple consumidor debe ser el objetivo absoluto del buen hacedor de vinos. Las inevitables redundancias de que hay vinos para catar, que son vinos ajenos a maridajes de bullicio, feriados o festivos, guateques o grandes comilonas, de silencios de bibliotecas con olor a vaquetilla de élite… es un lenguaje de salon, de media copa, de miradas por reojo para ver quien escucha y quien levanta más la voz para dejar la frase en el marmol…Con dos o tres euros o cuatrocientos te bebes un buen vino sin lugar a dudas.

Si es mediodia te abres la copa con un buen vermut tradicional, de alambique en la trastera o similar; si es un vino ácido por las mismas te viajas al Mosela soleado y te quedas con la muestra. Y si alargas la tertulia entre almendras, olivas, chipirones o concha finas aquí tienes esta manzanilla casi casera, de super, de clase, medida y respetuosa con lo que hagas.

El Falkenlay es suavemente picante, expresivo y aromático con una pronunciada nariz a fruta cruda sobre agua de rosas y especias (tomillo y anis) con un arrastre de notas botritizadas, una hermosa textura ofreciendo la perfecta expresión del riesling manual, especialmente delicioso.

 

 

Despacho de vinos. Y en un lenguaje universal…

Echarle horas a las cosas, junto a la ensaladilla rusa, unas gambas del mercado, el trocito de queso o los cortes perpendiculares del jamón, la tiza que todo lo anota y el mastiqueo de lo salino y su bombardeo de medio sol, la cuchilleria y la calle con su esparto.

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La manzanilla, el trago por el paseo y las miradas en la calle hacen del dia una holgazana manera de vivir inigualable.

Yuste. La teoría perfecta, impulso e inevitabilidad

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Barrioalto. Inmóvil, encanto y declaración de principios. Mucha mar pero de poniente a mi manera de beber, estira más la sequedad que la acidez con notas marítimas. Es muy larga. Hay que esperar un poco en el buchito de 2ª para que no nos coja el vicio y machaque un poco el sentido de la intransigencia. No es punzante pero aquí se mezcla todo. Es la ceremonia de los matices. Menta, avellanas y hasta pasas. Buena crianza y un final que recuerda a levaduras, mantequilla, toques de maderas y hasta pequeña dosis de compota de ruibarbos, tan incisivos, arrastrando fruta, nueces y frutos secos…La persistencia de esta manzanilla es como una larga calada de tabaco rubio, aceitunas y más…