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Un momento único: la percepción del bebedor, el simple consumidor debe ser el objetivo absoluto del buen hacedor de vinos. Las inevitables redundancias de que hay vinos para catar, que son vinos ajenos a maridajes de bullicio, feriados o festivos, guateques o grandes comilonas, de silencios de bibliotecas con olor a vaquetilla de élite… es un lenguaje de salon, de media copa, de miradas por reojo para ver quien escucha y quien levanta más la voz para dejar la frase en el marmol…Con dos o tres euros o cuatrocientos te bebes un buen vino sin lugar a dudas.

Si es mediodia te abres la copa con un buen vermut tradicional, de alambique en la trastera o similar; si es un vino ácido por las mismas te viajas al Mosela soleado y te quedas con la muestra. Y si alargas la tertulia entre almendras, olivas, chipirones o concha finas aquí tienes esta manzanilla casi casera, de super, de clase, medida y respetuosa con lo que hagas.

El Falkenlay es suavemente picante, expresivo y aromático con una pronunciada nariz a fruta cruda sobre agua de rosas y especias (tomillo y anis) con un arrastre de notas botritizadas, una hermosa textura ofreciendo la perfecta expresión del riesling manual, especialmente delicioso.