Me gusta el lenguaje de Sagantini. En su aspecto concreto. Lo podemos
transportar al vino. El vino necesita un lenguaje nuevo, una continua
vibración, saltar de lo simbólico y decorativo a lo mas intimamente
emocional. Buscar expresividad.
Y aqui los tenemos. Comienzan ya. Otrora han destacado las fuertes apuestas por
un consorcio de intereses, han hecho llamadas a los bardos del vino, los
libertadores de masas gregarias, han recogido tradiciones y las han
convertido en figuras cuantificantes…
No hay vino, tan solo números.
Hay que ofrecer espectáculo al público, no a los expertos.
Aqui me gustan sus tiempos, su evolución, son vinos que nacen para envejecer.