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Leí una vez a Roumier: “Para apreciar mis vinos, por favor, no los decanteis; pasad por lo menos 3 horas con ellos en la mesa”.

Explorar el vino y la existencia lleva parejas dos experiencias vitales: el vino alimenta nuestra vida sensorial, enriquece, descubre dentro de nosotros mismos ciertas cuerdas sensibles y la vida del hombre ciertas apetencias escondidas en nuestro subconsciente que animan a crear lo absoluto. Antes esto, lo incondicionado, era motivo de fe, ahora tal vez se trata de una enumeración con valor final. Dificil una creencia como estas.

RichebourgCon el Clos Frantin Richeburg damos una paseo por zonas más sólidas que elegantes, trae esos toques de curtidores y muestra un equilibrio justo, es solamente una puntita de contacto, un trémulo perfil de ideas para esperar lo irremediable; cuesta. Mirado así todo lo que carece es cierto instinto y entonación en el paladar.

El Jean Grivot Grand Cru Richebourg, tan natural como sea posible, tan finamente elaborado, sin asperezas, sin intervalos o tener que reflexionar sobre este o aquel toque o matiz; el vino directo, vivo y en moda desde luego: Si hay que beber asi es de verdad algo enriquecedor que decíamos antes. Los atractivos aromas de bayas, el toque ligero de hojas de emulsion o tabacos, maduros, dan holgura, con peso y consistencia, el final es interminable. Yo creo que los granos van a enteros, sin roce alguno, sin heridas, a la cuba, para llegar a un final más elegante y de muy finos taninos. ¿Cómo transmitir esto?

Cuando una sedosa capa cubre el rostro del vino dando pauta a recuerdos de chocolates con especias, la furia animal se ha domado, los sutiles matices de fruta casi a reventar se funden en la estructura del vino en una gran profundidad, integrada en la suavidad del vino. Es complejo animarse solo de palabras para definirlo pero con otros vinos me ha pasado que mucha cercanía de sensaciones y motivos me ha dejado algo indiferente, es como vaciar el vino en un puñado de arena. El vino de Bichot es arrogante. Ha notado la presión en su vena de acidez y se desborda con aromas de tabaco y carne, el toque de roble, la presencia de aromas exoticamente periodisticos, con mucha tirada, seguramente porque son los dados de la suerte para los amantes del vino puro, arándanos y tierra, la trufa y el fondo negro de humus, el impulso floral…

De una añada a otra la diferencia está en el vacio. Son añadas diferentes, cada una estancada en su totalidad. Descifrar esto con palabras me resulta muy harto, nervioso incluso, es como querer pedir explicaciones al vino por su conducta ahora y entonces. Dejemos las palabras que recuerden sensaciones y que cada momento sea un placer descriptible. La nota de anís que ya se me adosa a estos vinos sobre todo en el 99 con una mejor capa de frutos negros y un disco sonrosado, de tabaco en hebra, qué diablos!, es una evolución constante, rica matización de su profunda tesis de placer; en cambio en el joven todavía con esas sensaciones glicéricas que atraen, encandilan y te hunden en su pantano de acidez, te puede perder. Creo que está muy atrevido, muy pronto para vivir una gloriosa velada. Este 2006 es un vino de esfuerzos. Seguramente con el 2005 hubiera sucumbido todo comentario. En uno notamos elpequeño detalle (un signo llamativo) de la edad en el paladar y en el otro la espina dorsal viva que lo mantendrá mucho tiempo.

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