Hay que hablar de vinos. Estamos en la senda correcta, en el dominio de la listan negro, un patrimonio natural. Estamos en Los Hoyos, en Monte Lentiscal.
Uno casi pierde el sentido de la mar, la distancia -esa nimiedad de las islas- te aparta por unos momentos de su alisio y su bruma y te hallas en medio de un hoyo nativo de picón, profundo, agazapado entre unas laderas que suben al pico Bandama y a espaldas del cráter. Un sueño, Rossellini dibujando un Stromboli del vino.
Pisar ese mullido suelo de grava negra, sentir los pasos, el crujir del suelo, el cálido paseo entre las viñas es parte de una historia que destacará la realidad del vino en Canarias en estos momentos. Hay que sumar estos 200 años de lagar al triángulo canario de la vinicultura, Lentiscal, Tacoronte-Acentejo y Valle de la Orotava, el magma, el sentimiento de la viña.
Marcelo está en el origen de este momento, es crucial, han dado un salto cualitativo de impresionante valor, con una esmerada tecnologia puesta al servicio del cultivo tradicional. Un suelo cuidado desde los orígenes, negro sobre negro si escarvas algo.
Los vinos de Bodegas Plaza Perdida son firmes, raciales, con cuerpo. El buen ojo de cubero de Marcelo en la tierra, llevando a cabo un riguroso sistema de selección de uvas para la elaboración de los vinos tintos, nuevas cubas de acero y barricas de madera, el clarificado con huevo, la dirección enológica de Luis Delfín aportando un sentido real de potencial de la uva de esta zona privilegiada son fundamentales…
Un pedazo de tierra solo imaginada para la elaboración de buenos vinos.
El enlace que aportamos es suficientemente descriptivo de su localización y entorno.
El tinto barrica es un vino oscuro y firmemente estructurado (Delfín), no obstante su fuerza aparente tiene un delicioso sabor afrutado y aroma a vainilla; dejandolo en copa por momentos termina en una textura de violetas secas aplastadas con aceite…y el café, ese toque genial.